En realidad el paragua blanquinegro va por todo, porque al que encuentra se lo dice, pero sus palabras no se las lleva el viento, sino que comienzan a trasladarse a los goles, los que sus compañeros necesitan para ganar y los hombres lobos para gritar.
La justeza inigualable desde el punto del penal, a pesar de darle chance al arquero de elegir el lugar , el oportunismo en el rebote, presintiendo hacia donde irá la pelota y por sobre todo ,el golpe de cabeza mortal, como lo marca la historia de Paraguay, son algunas de las virtudes que empiezan a descubrir los mensanas, que ya abrieron los ojos, cuando arranca Pablo Palacios Alvarenga, hacia el área, a poner las cosas en su lugar.
La noche del domingo, el del doble apellido, metió un gol para cada uno, el primero para Danae, el segundo para Sol y el tercero para Benjamín, los herederos del centroatacante, al cual ,ya más de un gimnasista comienza a gritarle al “Chiqui” Arce, técnico de la selección guaraní, “Arce, Palacios Alvarenga es paraguayo, no insistas con Santa Cruz”
“No será mucho fanatismo lo que dicen del nueve “, dijo alguno de la platea con la camiseta pegada a la piel, o” no nos estaremos adelantando con el grandote”, dijo otro que está al lado, con la gorra estampada, con un bailantero re lobo feroz
Son frases que se llevó la noche , donde la luna llena se posó hacia Boulougne Sur Mer, al tiempo que el Mago Oga dejaba pintado al arquero , sellando la goleada de un partido que comenzó con dudas y terminó genial, con extraños aullidos de un timbre extraño, un timbre como de sapucay, o algo parecido a esto: ¡HUIIIIIIIIIIJJJJAAAAAAAALVARENGA!.
Yo lo escuché, ¿y vos?.
Carlos E. Guzzo