La espera interminable, el milagro que hace mucho que se augura y que jamás aparece, la agonía extrema e intensa, esa que termina aún exasperando hasta a la misma muerte que nunca llega. La falta de determinación, la nula aceptación al cambio, al progreso. Las dudas, esas que hacen temblar a los hombres de juicio más seguro y generar incógnitas. La confusión, para no distinguir los roles entre hinchas y personas encargadas de comandar una empresa; la fanatización, inconducente en todos sus aspectos.
El miedo, ese que paraliza y nubla a la percepción. El status quo -el conservadurismo liso y llano- para beneficio individual y no colectivo. Los de siempre, los que no quieren que nada cambie porque indefectiblemente también se modificarán sus circunstancias personales. El egoísmo, para anteponerse a una institucíon centenaria, para no darle paso a lo nuevo, para aferrarse al pasado glorioso, ese que siempre el ser humano es capaz de destruir con el mismo énfasis -consciente o inconsciente- con el que supo edificar ,escalón por escalón, los dias de mieles dulces...
La falta de liderazgo, pasa asumirse como referente y tomar determinaciones trascendentales, para asumir el rol activo de parte e instar e impulsar las modificaciones necesarias. La memoria, para agradecer lo hecho y también para analizar el presente; ese mismo que ya se torna insostenible, ríspido, cuesta arriba. La realidad, para aceptarla, para comprenderla, para no negarla ni negarse. Para darle paso a lo nuevo.
La generosidad, para comprender cuando se debe dar un paso al costado y allanarle el camino al que indefectiblemente recorrerá los mismos senderos que caminaron tantísimos otros. El futuro, ese que siempre es incierto hasta que se lo transita, ese que luego, cuando se mira hacia atrás, uno se pregunta ¿porqué no lo hice antes?. La ambición, para soñar en grande y edificar un mejor porvenir. La obstinación, para eludir las críticas y encerrarse en sí mismo. La falta de inteligencia para gambetear al destino que parecía visible desde kilómetros de distancia. La sabiduría, para irse por la puerta grande y dejar un recuerdo triunfal, para retornar en otro momento...
Los aplausos que aturden y las luces de flashes que ciegan la razón. Lo efímero del éxito. Lo pasajero de los abrazos "del campeón". Lo cercano que aparecen ahora en el horizonte los "de la vereda de enfrente". El final, siempre solitario.
Gimnasia, siempre Gimnasia, por sobre todos. En todas las épocas y tiempos.
Que pase el que sigue.